OTOLICUORREA.

    Consiste en la aparición de un líquido claro y transparente en el CAE que es LCR, debido a la formación de un trayecto patológico de comunicación entre los espacios subaracnoideos y la caja del tímpano, el antro mastoideo o el CAE.

                              

   Etología.

   Aparece en el 3´6% de las fracturas del hueso temporal.

   El 97% de las otolicuorreas son de origen traumático, siendo otras causas productoras de las mismas las fístulas de las ventanas y la iatrogenia postquirúrgica.

                                    

   Fisiopatología.

   En la fracturas del hueso temporal pueden producirse desgarros de la duramadre debido a la intima relación que hay entre hueso y dura. El LCR puede entonces escapar a través de la fractura hacia el oído medio.

   Localización: las dos localizaciones más frecuentes de la fuga de líquido son el tegmen y la pared interna de la caja, no habiendo acuerdo sobre cual de las dos es la más frecuente. En las fracturas longitudinales se produce a nivel del tegmen y más raramente en la pared posterior del peñasco; en las transversales en el fondo del CAI y pared interna de la caja, en forma de fístulas de las ventanas. Puede parecer un poco inverosimil como una fractura a nivel del CA puede producir otolicurrea, la explicación es que en el techo del CAI puede haber celdas que se comunican entre sí y con el oído medio, excepcionalmente su fractura puede establecer una vía de comunicación entre la fosa media y el oído medio. Son también raras las localizadas en la pared posterior del antro adyacente a la fosa posterior.

   La otolicuorrea también puede presentarse como rinolicuorrea, por salida del LCR por nariz o rinofaringe vía trompa; esto puede ocurrir cuando el tímpano está íntegro o cuando estando perforado la perforación ha cicatrizado (otolicuorrea cerrada).

   Para comprender la persistencia en el tiempo de esta complicación se ha de recordar la fisiopatología evolutiva de las fracturas del hueso temporal, la masa fibrosa reparadora crece a través del trayecto de la misma, pero no realiza una reparación homogénea, sino que en su parte central suele hacerlo con un tejido conjuntivo que puede dejar espacios fistulosos.

            

   Clínica.

    Puede aparecer de forma inmediata o días después de sufrir el traumatismo.

   La otolicuorrea con perforación timpánica es fácil de reconocer, pero puede estar mezclada con sangre simulando una otorragia. Para identificar la otolicuorrea en caso de otorragia asociada se ha descrito el signo del halo: recoger líquido sanguinolento del que sale por el CAE y empaparlo con papel secante, si al secar deja un halo, la otorragia asocia otolicuorrea. En estos casos, a los dos o tres días, si cesa la otorragia, el líquido se va aclarando hasta tener las características físicas del LCR.

                       

   Pruebas complementarias.

   La identificación del LCR se hace mediante la dosificación de glucosa con un glucómetro. Para la recogida de la muestra se puede provocar su salida mediante compresión de las venas yugulares. En casos cuestionables una prueba más específica es la electroforesis del líquido para identificación de la fracción B2 de la transferrina.  La B2-transferrina se halla únicamente en el líquido cefalorraquídeo, en la perilinfa, en el humor acuoso y en el cuerpo vítreo, aunque también puede encontrarse en el suero de los neonatos y de pacientes con trastornos hepáticos, de modo que basta la contaminación sanguínea del LCR para que la prueba dé un falso positivo. Las técnicas de inmunoelectroforesis (Western blot, ELISA, nefelometría) han permitido desarrollar métodos de localización del LCR sumamente fiables, rápidos e incruentos. La utilización de tiras reactivas a la glucosa oxidasa es poco fiable.

 

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