• Filogenia de la glándula tiroides.
  • Filogenia de la glándula paratiroides.
 
    FILOGENIA DE LA GLÁNDULA TIROIDES.
   El. fenómeno más elemental observado en la escala filogenética, en relación con la función tiroidea, tanto en la flora como en la fauna invertebrada, es la capacidad para metabolizar I captándolo y fijándolo a una proteína. Ahora bien, el Ti como glándula reconocible no aparece en la escala filogenética hasta los vertebrados.
   En 1986 Drechse descubrió grandes cantidades de I en esponjas y corales como iodotiroxina, iodohistidina y bromotiroxina. En moluscos anélidos, crustáceos, e insectos, también se observado que contienen monoiodotiroxina y diodotiroxina.
   El fenómeno de la captación del I mediante su oxidación por una peroxidasa transformándolo en ioduro que se une al aminoácido tirosina, fue descrito por Tong y Chaikoff, quienes lo observaron en un alga marina.
 
   En las especies más inferiores de la escala animal, los compuestos iodados están relacionados con el esqueleto corneo. Esto es debido a que la benzoquinina participa en la estructura molecular de las escleroproteínas que endurecen la cutícula y se sabe que en presencia de I inorgánico las benzoquininas producen la iodación de las proteínas in vitro. Eventualmente, la iodación de la tirosina puede estar mediada por quininas similares a las del dermoesqueleto. El dermoesqueleto de los urocordados es rico en I y contiene DIT y T4, estas yodoproteínas son ingeridas por el mismo animal al comerse partículas desprendidas de su propio dermoesqueleto.
 
   La primera evidencia de aparición de un órgano similar al tiroides humano, es decir, un centro de iodación, se encuentra en los protocordados, animales intermedios entre invertebrados y vertebrados. Estos presentan un órgano en el suelo de la faringe, formado por unos tubos ciliados y glandulares denominados endostilum, donde se forma una glicoproteína iodada con forma de moco que es secretada a través de la cavidad faríngea en el tubo digestivo. En los tunicados existe un órgano similar al endostilum, que es la bolsa branquial de la faringe, situada entre la faringe y la aorta ventral. Ambos órganos se encuentran unidos a la faringe y son glándulas exocrinas. No se conoce cual era en este estadio de la evolución animal la función de las hormonas tiroideas.
 
   El vertebrado más primitivo en que se observa un esbozo de glándula parecida al Ti humano es el amnocete, la larva de la lambrea, un ciclostomo que supone un eslabón importante en la evolución filogenética de esta glándula. Esta larva presenta una glándula subfaríngea capaz de captar I y unirlo a una proteína formando T3 y T4, hormonas que han podido ser detectadas en esta larva. Cuando la larva en su metamorfosis se hace adulto, la glándula pierde su conexión con la faringe y evoluciona formando un verdadero Ti constituido por folículos no encapsulados que realizan las funciones de biosíntesis de las hormonas tiroideas. Aunque a esta glándula se la ha llamado también endostilum no es correcto considerarlas homólogas, se ha de denominar glándula subfaríngea. Curiosamente, las hormonas tiroideas no parece que jueguen ningún papel en la metamorfosis del anocete, aunque la propia glándula sufra luego un cambio notable haciéndose glándula endocrina.

 

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