Síntomas prodrómicos.

       Síntomas motores.

       Síntomas reflejos.

       Síntomas sensitivos.

       Síntomas secretores.

       Secuelas.

       Clínica topodiagnóstica.

       Formas clínicas.
  
         
   La PF, o la sospecha de la misma, requiere una anamnesis minuciosa teniendo como principal objetivo la búsqueda etiológica de la causa que pudo otiginarla. El ORL ante una patología de etiología tan diversa ha de establecer como objetivo prioritario la investigación de la causa que la motivó. En algunos casos es fácil conocer la causa,  como ocurre cuando se trata de traumatismos, tumores, etc., es decir, en las parálisis secundarias; pero en otros casos la PF presenta mayores dificultades diagnósticas, lo que obliga a recurrir a medios exploratorios a veces sofisticados. Cuando se hayan agotado todas las posibilidades diagnósticas, se puede concluir que una PF es del tipo PFI, que por otra parte es un auténtico «cajón de sastre», capaz de recoger aquellas patologías que por nuestra ignorancia o falta de medios no pueden ser encasilladas en otros grupos etiológicos.
  La agresión sufrida por el nervio se traducirá en modificaciones de su actividad motora-refleja y de sus otras funciones sensitivo-sensoriales y vegetativas, pudiendo ser la clínica de parálisis completa o incompleta: 70% son incompletas y el 30% completas.
  
   Se describen los síntomas agrupados en seis apartados:
   1.      Síntomas prodrómicos.
   2.      Síntomas motores.
   3.      Síntomas reflejos.
   4.      Síntomas sensitivos y sensoriales.
   5.      Síntomas secretores y vasomotores.
   6.      Síntomas secuelas.
    
  
   SINTOMAS PRODROMICOS.
   Estos pueden aparecer (60%), o no. Se trata de un dolor periauricular que puede extenderse a mastoides, región occipital, mandibular y faringe, durante los 7 a 14 días previos a la manifestación paralítica, pudiendo coincidir con un cuadro catarral banal. A estas molestias se las denomina pródromo viral.