• Prevalencia.
  • Fisiopatología de la faringoamigdalitis.
  • Hipertrofia amigdalar.
 
 
 
   PREVALENCIA.
   No es fácil establecer la prevalencia de las infecciones faringoamigdalares.
   La primera dificultad que se plantea es el establecimiento de una frontera nítida entre las infecciones respiratorias de las vías altas y las FA. El epitelio que recubre la amígdala faríngea es de tipo respiratorio, es el mismo que tapiza las fosas nasales adyacentes. Por esto es excepcional que una infección viral respiratoria nasal respete el epitelio que tapiza el tejido adenoideo adyacente. Esto significa que la afectación amigdalar es, en alguna medida, una constante asociada a las infecciones virales de las vías respiratorias altas. Se considera como normal, en términos generales, que un niño presente entre 5 y 7 catarros de vías respiratorias altas por año. Esta frecuencia varía en función de la edad, ya que los catarros son más frecuentes en los niños menores de 4 años.
   Haciendo una extrapolación de los resultados bacteriológicos publicados en la literatura especializada, se puede establecer una frecuencia para las FA estreptocócicas de un episodio por año y niño en las edades prevalentes de esta infección, es decir, por encima de los 3 años. Por tanto, la FA estreptocócica representa un pequeño porcentaje de las infecciones pediátricas aerodigestivas de vías altas.
  Los antecedentes familiares, el hacinamiento y la contaminación ambiental, incluyendo el tabaco, son factores de riesgo epidemiológico bien conocidos.
  Todos los grupos de población están expuestos a su padecimiento, independientemente de su condición socioeconómica y profesión.
 
 
FARINGOAMIGDALITIS.
   El anillo de Waldeyer se encuentra en contacto casi directo y continuo con una serie de microorganismos saprofitos que, aunque no sean patógenos en sí, por diversas circunstancias pueden serlo en cualquier momento. La situación periférica de este tejido linfoide y la continua exposición antigénica, es uno de los factores que lo hace sucumbir con relativa facilidad a las infecciones.
   En el adulto sano existe una densidad de población bacteriana en las secreciones faríngeas cambiante y que oscila entre 10(7) y 10(10) ucf/ml, siendo mayor en los sujetos con enfermedad periodontal o mala higiene bucal, aumentando además en estos casos la concentración de bacterias anaerobias. Esta flora habitual saprofita está constituida por diversas especies de microorganismos aerobios y anaerobios. Muchos de ellos cambian mucho según la edad, la estación del año, antecedentes de epidemia y condiciones de hacinamiento, entre otras causas. Es pues una microflora cambiante en la que pueden ir apareciendo nuevos gérmenes y más virulentos. Se ha  realizado múltiples estudios para analizar la flora bacteriana amigdalar tanto superficial como parenquimatosa, e incluso las dos a la vez para compararlas, observándose una concordancia entre ambas en la mayoría de los resultados.
   La superficie de las mucosas faríngeas está sometida a un flujo de líquidos casi continuo que tiende a ir desplazando los gérmenes depositados en ellas. La posibilidad de que un microorganismo colonice en esta mucosa está en relación directa con la capacidad de fijarse a la superficie del epitelio y eludir de esta forma el arrastre mecánico. Sólo colonizan los microorganismos que se adhieren. En este sentido el epitelio críptico es más propicio a la infección que el resto de la faringe, pues las profundas y estrechas criptas tienen un éxtasis secretor permanente, así las bacterias y demás Ag escapan a la acción del batido ciliar y del barrido de las contracciones deglutorias, todo lo cual favorece la colonización bacteriana. La cripta amigdalina, por su estructura, es el lugar de la faringe con menos resistencia a las infecciones, pero por otra parte permite que se establezca un amplio contacto entre gérmenes y el sistema inmunológico amigdalino para la fabricación de Ac inmunocompetentes.
   La infección ORL constituye el primer contacto entre los microorganismos patógenos y el individuo, soliendo ser la faringitis superficial y difusa la primera manifestación de enfermedad infecciosa en la vida de un individuo, precediendo en los niños incluso a las enfermedades infecciosas de la infancia, en particular las eruptivas. El primer brote de FA podría considerarse como una vacuna fisiológica, pero ocurre que los gérmenes que habitualmente provocan FA confieren al organismo una inmunidad frente a los mismos muy corta en el tiempo. Durante la infancia estos cuadros son más frecuentes al encontrarse el niño en un periodo de adaptación inmunológica al medio. Los cuadros recidivantes, en teoría, indican una falta de capacidad para adaptarse al entorno, que puede ser debida a un retraso o una pobre respuesta de los mecanismos de defensa inmunológica y una progresiva incapacidad de las amígdalas para cumplir su función defensiva.